Volver no es algo agradable, nunca se vuelve realmente, sólo se puede ir hacia adelante. Y yo vine a darme darme la cara contra las paredes de cemento de esta ciudad.

¿Cómo sentirse libre cuando toda la gente que veo actúa como perros?
Es fácil acostumbrarse a los ladridos de los colectiveros, a los constantes rechazos y agresiones. Pero viniendo del sur me resultó espeluznante y tuve que recluirme por un tiempo.

Aprendí a sentirme libre con mi cuerpo cubierto de humo
Finalmente coaguló la magia entre tanto desamparo y ahora, ya pronto a irme, me siento feliz de nuevo, encontré mi microcentro, recordé que al fin y al cabo, los obstáculos y los desafíos son sólo la topografía del camino que elijo transitar. Aprendí el arte de vivir, aprendí a cantar y resonar en positivo.

Estuve en Buenos Aires unos tres meses, un poco más de lo que esperaba, pero por suerte pude hacer pequeños viajes a Tigre, a Mar Azul y a Rosario, para disminuir el impacto de la locura urbana. 


¿Y qué sigue?
Ahora sigo con rumbo norte, voy a recorrer el norte argentino, el chileno, perú, y después todavía no sé, me gustaría volver a Colombia e ir a Estados Unidos. Voy a seguir contando en este blog mis viajes como siempre.