Construir en serio

El problema, señor, será siempre sembrar amor.

-Silvio Rodríguez, «El problema«.

No valen las excusas de que otro tiene más dinero, ni rechazar la existencia del dinero en sí mismo, ni la propiedad privada tampoco. La verdad es que hay algunos impulsos muy retorcidos que sólo buscan satisfacer al ego, sin tener en cuenta a los demás. No sería correcto decir que son algunas personas muy retorcidas, sino que todos, al ir dándole forma a la sociedad con los vínculos que conformamos, vamos limitando las posibilidades de construir algo nuevo. Por ejemplo cuando nos relacionamos con otros sólo por dinero, sólo por la perversión del ego, estamos contribuyendo a los planes de otros, estamos apoyando esa parte del mundo tal cual es, y convirtiéndonos en víctimas.

Somos como somos por la educación que recibimos, es decir que nuestra situación es consecuencia de algunas cosas que están más allá de nuestro control. Pero también somos como somos por las historias con las que nos nutrimos, por nuestra capacidad para reflexionar y nuestra capacidad para amar. No hablo aquí del amor romántico exaltado al que le cantan los juglares para arrancar de su tedio a la gente, más bien hablo de amor como la empatía con los otros seres del mundo.

La necesidad del ego de sentirse importante nos hace olvidar que las diferencias que percibimos entre las personas son sólo ficciones, ideas creadas por el propio ego para poder sentirse más importante en una escala de valores absurda. Para salir de esa trampa es necesario estar en contacto con ese espacio profundo en el alma en el que sabemos que somos todos iguales y conservar esa certeza. Si para algo sirve la fe es para conservar la humildad de sabernos pequeños e infinitos. Aunque también la razón puede servirnos para eso, porque podemos pensar en la historia compartida por cada partícula y cada ser de este universo es tanto mayor que las diferencias, y pensar que todos los humanos nacieron en África, que todos nacimos del vientre de nuestra madre. O por ejemplo pensar que todo lo que es, es sólo polvo de estrellas, como en este video.

Saber que somos iguales nos permite darnos cuenta que «el otro» sólo soy yo, cubierto con otros símbolos y que la comunicación, esto que estamos haciendo ahora de yo escribir esto y vos leerlo, no es más que una conexión «de exterior a exterior», porque lo profundo es otra cosa, en el fondo está esa comprensión de que todos somos uno. Si recordamos en todo momento que somos uno, no nos queda más alternativa que bajarnos del caballo, mirar al otro a los ojos, verlo de igual a igual y saberlo un par. Eso es amor. Amor por uno mismo, y, en uno mismo, amor por todos.

Somos uno. Uno que es capaz de crear todo lo que ocurre. Sin embargo, hay unos que son conscientes de su poder y otros que no, que han sido despojados de su consciencia y su dignidad. ¿Cómo hacer para que cada uno se de cuenta del poder que tiene y conozca las herramientas a su alcance? ¿Cómo devolverle a todos su confianza, su cultura? ¿Cómo cultivar un entorno viable para los sueños de todos?

Me parece válido explorar ahora el camino de trabajar en la formación de las conductas, en las ideas y sentimientos dentro de cada uno. En la influencia que podemos tener los demás. Porque el mundo es lo que creemos que es, y modificando nuestras ideas se cambia el mundo. Muchas veces las revoluciones políticas o los cambios sociales se dieron en sincronía con cambios en la forma de comunicarnos.
Entonces creo que podemos usar internet para lograr un cambio más, expandir el campo en el que se le permite a la gente expresar su identidad genuina. Para que cada uno pueda valorar lo importante que es el camino propio. Y a la vez lograr con eso una sociedad que permita a cada uno su individualidad, sin un estado que cercene con reglas absurdas los juegos infantiles, los fracasos y errores que tenemos que atravesar para lograr ser soberanos, dueños de nuestros actos,  y libres.

https://www.youtube.com/watch?v=kBwi0Y74ZgU

Emancipate de la esclavitud mental

-Robert Nesta «Bob» Marley

Además, el planeta es una escuela, y somos muchísimos los jóvenes que estamos probando nuevas cosas, jugando a vivir. La única preocupación válida es la de estar aprendiendo, luego el cambio se va a ver sólo, las ideas sobre «lo que tiene que ser el mundo» se van a ir pareciendo cada vez más a «lo que ya es el mundo». Porque el mundo nos transforma y nosotros lo transformamos con nuestra consciencia y con nuestros actos.

Aprender es trabajar en mejorar nuestras conductas, reflexionando en cosas como:

• Las formas en que generamos vínculos con otros.
• Los objetivos que nos ponemos y los planes que hacemos para alcanzarlos.
• La relación que establecemos con el dinero.
• La relación que establecemos con la tierra.
• Y cómo procurarnos todo lo que sea necesario para que nuestros proyectos se hagan realidad.

Una trampa del ego es esa necesidad de trascender ya mismo, ahora. Pero esta búsqueda de la recompensa inmediata es a causa de nuestra ansiedad y de una concepción lineal del tiempo. Por eso es importante en este punto tener consciencia de la finitud. La muerte, al ser inevitable, nos abre y nos quita el miedo, nos permite arriesgarnos y jugar a que también es verdad eso que parece una locura nuestra, darle valor a lo genuino de nuestro punto de vista.

Al fin y al cabo tu eres la única muralla, si no te saltas nunca darás un sólo paso.

-Luis Alberto «Flaco» Spinetta

Además, ocurre que desde el momento en que nos damos cuenta de cuál es el camino, hasta que estamos realmente capacitados para caminarlo, pasa un tiempo, tenemos que re-alinearnos, conseguir nuevos conocimientos y nuevas herramientas. Invertimos nuestra vida en eso, requiere coraje. Es por eso que si logramos ser conscientes de los ritmos en los que funcionan las cosas, de ver los ciclos en toda la naturaleza, comprendemos y esperamos la época de la cosecha sin ansiedad.

«Dirección orgánica», collage de Faras

¿Qué podemos aprender observando la naturaleza?

• El pimpollo de una flor, el retoño de cualquier especie, te habla de la fragilidad de la vida.
• Los animales te enseñan la honestidad.
• Un río te enseña a ser paciente.
• Un árbol a perder las hojas en invierno.

Además, observando a la gente y las cosas creadas por la gente y por nosotros mismos, vemos las huellas que deja el crecimiento de un ser, y aprendemos a equivocarnos y a seguir adelante, a valorar los afectos, a apreciar las conclusiones a las que llegan los que toman otros caminos.

Para elevar la consciencia más allá de las ideas preconcebidas, para poder aprender por nosotros mismos de lo que ocurre, sin negarlo, sin traicionarnos, es necesario conservar el pasmo ante los fenómenos, poder ver las cosas como son, consolidar nuestra base en la realidad inmediata, en lo que actualmente ocurre en nuestra consciencia y no en ideas abstractas.

Por ejemplo asociar nuestra identidad a una nación o nuestro lugar en la sociedad es sólo un reflejo del deber-ser, del super-yo, que tanto nos exige. Es una carga que nos impide ser a la vez conscientes de lo concreto de nuestra percepción y también del camino eterno, del pasado y el futuro.

Por eso es necesario meditar para tener claridad. Dejar que los pensamientos pasen, sin aferrarse a ellos, para conocernos mejor y para tranquilizarnos. Algo bueno es no leer nada a la mañana, para darle lugar a tus propios pensamientos de emerger. Así, de a poco, vamos cayendo en cuenta de algunas cosas y dejamos de pelearnos para empezar a construir en serio, desde el amor.