Un baño de selva

Santa Marta es la ciudad donde murió Simón Bolivar, hay un parque con un monumento ecuestre donado por Venezuela a esta ciudad y también se puede visitar la finca en la que vivió o algo así, pero no he ido.
En el Hostel Kayros nos tratan muy bien, está lleno de argentinos, pero lo más interesante empieza cuando uno va a la playa.
Taganga es una playa muy comercial, saturada de vendedores, turistas y basura. La gente nada junto a las lanchas comerciales, es un poco patético para un lugar tan hermoso, pero caminando un poco se llega a otras playas que están mejor cuidadas y tienen menos gente.
Sin embargo esto no es nada comparado con el Parque Tayrona. Hay que tomar un bondi hasta el parque, despues pagar la entrada y tomar otro bondi hasta el comienzo del sendero, ahi se camina bastante bien, sin sobresaltos, por el medio de la selva, esta bastante bien arreglado el camino, vimos un grupo de monos saltando de rama a rama, mientras entrabamos. Luego llegamos a la playa El Cañaveral y después a Arrecifes, ahí hicimos la primera noche que tuvo muchísima lluvia, se inundó la carpa y todo. Ilan, que había decido dormir en una hamaca, terminó viniendo a refugiarse a la carpa como a las 3am, en el peor momento de la tormenta.
Al dia siguiente fuimos al Cabo San Juan del Guia, que tiene un camping un poquito mejor pero mucho más caro, la solución era clara: quedarse y no pagar, lo que hice con éxito, entonces pude disfrutar de 3 noches ahí. Estaba lleno de argentinos, para que se den una idea, la última noche cantamos la canción de Verano del ’98 tocada en charango, a los gritos en la playa. Pero más allá de eso conocí mucha gente interesante, espero que algunos de ellos estén leyendo esto.

Hoy decidí irme, salí por el pueblito Charirama, donde ví a tres chicos de alguna tribu Tayrona tratando de demoler una construcción que se había derrumado parcialmentee, para ello usaron, sin éxito, unas herramientas muy rudimentarias, eran ramas finas y flexibles con algo en la punta que no llegué a identificar, pero que funcionaba cortando las hojas contra las que golpeaba.
Desde el pueblito hasta El Calabazo son dos horas a pie, eso por eso que María, una yegua, llevó mi equipaje en ese tramo, que fué bastante arduo.

La crónica está un poco sosa, se lo atribuyo al cansancio, al ataque de algunos mosquitos, al teclado mal configurado y a los dos reggaetones simultáneos que estoy oyendo en este momento.

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3 comentarios

  1. No dudo que el reggaetón haga daños en tu concentración. Lo de Verano del ’98 me dio envidia. Que sigas bien. Gracias por este paseo.

  2. Anonymous

    para cuando no tengas presiones terribles ni mosquiteriles y estes placidamente escuchando a bach o yes y con tu teclado , asi muy tranquilo…. ESPERAMOS EL LIBRO JAJAJJAJAJ.

  3. Anonymous

    Que buena experiencia maestro. saca muchas fotos porque se merece hacer un librillo con esta vuelta. Fabian Basler

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