Ya hace varios días que volvimos a Valencia, pero me quedaron algunas cosas en el tintero sobre París.
Es una ciudad hermosa, eso creo que es la explicación de que haya tanta mitología alrededor de ella.
Cazador de mitos parisinos:

  • No hay mimos en las calles, ni titiriteros… bah, ningún espectáculo callejero (aunque es invierno).
  • No toda la gente te trata mal por no hablar francés, la mayoría de la gente sabe inglés y muchos saben español.
  • No hay camareros de traje con bigotes largos diciendo «oui oui monsieur», ni siquiera en los lugares caros a los que fuimos.
  • No hay una galería en la que se puede entrar por un lado y salir en Buenos Aires (me mentiste Julito!)
  • En el restaurant Polidor no hay comenzales gordos que piden castillos sangrantes (otra vez me mentiste)
  • En el «Cluny» la camarera es muy asquerosa y te trata mal, te obliga a pagar con cara de culo y todo es carísimo (5 euros un café con leche! cómo pagabas eso, Cortazar?)

En París casi todos los lugares para donde mires son una postal de lo que Buenos Aires quiso ser, obviamente que sin ese sabor latino y tercermundista que tiene lo suyo también. Sin embargo hay desorden, por ejemplo en el tránsito, que se complementa con el respeto. Pero no creo que sea un respeto basado en el conocimiento del otro, en la tolerancia profunda, sino en una forma de hacer las cosas acostumbrada a que los demás tienen derecho a hacer también sus cosas. Y que no todo tiene que estar ni va a estar armado para satisfacer nuestro deseo inmediato, creo que es aquel enano fascista que todos llevamos dentro (Oriana Falacci dixit).

Hasta aquí por ahora.