Sobre Moctezuma y su venganza terrible
Hace unos pocos días me refirieron la historia de un hombre sañudo, grave, circunspecto, serio, que se hace temer y respetar, y que tiene a su cargo la garantía de la continuidad del mundo mismo, de preservar el orden terrenal y celeste basado en el conocimiento supremo heredado de los pueblos.
Este hombre, casi un dios, reinó en estas tierras hace 500 años y se le asigna el poder de causar enfermedades a los inmigrantes, aún en la actualidad. A causa de que, por no saber preparar el maíz que se llevaban de esta tierra, muchos españoles murieron de hambre, actualmente se dice que cualquier turista con diarrea sufre la Venganza de Moctezuma.
La historia de Moctezuma es una tragicomedia de tintes religiosos, y parece que sus descendientes aún tienen títulos nobiliarios y le reclaman dinero al estado. En wikipedia lo pintan como un traidor, habrá que investigar más.
Esta historia tan profunda y tan genial asociada a un episodio de lo más sucio del cuerpo humano es un ejemplo claro de lo que siento con la mudanza. Es maravillosamente surrealista todo.
Adaptación y ritos de bienvenida
Mis compañeros de trabajo, vecinos y amigos que he hecho en estos días me resultan fascinantes y radicalmente curiosos. La verdad es que me he sentido muy bien tratado y recibido. Quizás sea un delirio, pero la paranoia y la represión (tanto individual, colectiva, y gubernamental) están tan presentes como la libertad, la inteligencia, la solidaridad, el éxito y la alegría.
Sentirme (por un día) un inmigrante indefenso, enfermo y durmiendo en un colchón sucio me hizo recordar una vez más el valor que tienen las cosas que a veces damos por sentado, como que de una canilla salga agua en vez de mierda, poder conseguir con libertad cualquier alimento u objeto necesario, saber el nombre de las cosas y entender a la gente cuando me habla. Aclaro que me mudé a un departamento vacío, en vez de esperar unos días a que estuviera habitable. Fue un error mío.
Otro rito de bienvenida, además de invitarte a comer cosas que te enferman, es participar de una competencia de los llamados «toques», una especie de deporte callejero basado en la picana eléctrica. Unos señores muy amables van de bar en bar a la noche y cobran sumas módicas por electrocutar a grupos de amigos. El dispositivo consiste en una mochila llena de baterías, un control manual de voltaje operado por el señor y dos cables terminados en manijas de cobre. Se agarran todos de las manos y los de los extremos agarran el cobre. La intensidad de electricidad va subiendo hasta que todos gritan y alguien se suelta. El que se suelta queda afuera y la ronda vuelve a comenzar. Supongo que gana el que muere sin entregar a sus amigos (no, chiste).
La nueva cotidianeidad
En el trabajo se habla de cosas tan interesantes y se trabaja con metodologías tan afines que no lo puedo creer, a la vez hay un grupo dedicado a la constante mejora de las condiciones laborales, y por lo que veo, las que tenemos aquí son mucho mejores a las que tiene la mayoría, y sin embargo, en casi todo peores a las normales en mi casa. Aunque espero que con la reforma laboral en Argentina no quedemos peor que acá.
Los impactos sociales del terremoto de hace 6 meses, las nuevas políticas migratorias en Estados Unidos y las consecuencias de vivir en un Estado que está capturado por una élite centenaria, se perciben todo el tiempo y a cada paso. Sin embargo este país nunca ha tenido una dictadura militar, y hay gente que admite sin vergüenza, que considera esa alternativa como una mejora.
Por mi parte, estoy convaleciente de «enfermedad migratoria», pero alegre y con muchas ganas de conocer cada vez más este increíble lugar en el que la solidaridad, la organización horizontal y la transparencia radical se me presentan como salidas dolorosas que cuesta aceptar.
Foto: De Thomas Ledl - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=41846248