Disfruté mucho de los amigos que conocí en Bogotá, calculen lo agradable que es la coincidencia de llevar del brazo a dos niñas que no sólo comparten el primer y segundo nombre, sino que ambas tienen una gracia infinita, al igual que la mayoría de la gente que conocí en ese pueblo hermoso que es Armenia.
Lamenté tener que irme de ese lugar, al punto de tener un momento de absoluto desconcierto la última noche que estuve ahí, pero finalmente la cosa estaba clara: No importa cuántas personas lleguen a mi corazón sugiriéndome o invitándome a quedarme en Colombia, no es ahora el momento, ahora es el momento de volver a mi casa y de concentrarme en mis proyectos que tienen sentido acá, sin embargo me gustaría mucho regresar a Colombia, así como seguir recorriendo latinoamérica.
Los últimos dos días los pasé en Bogotá, ciudad en la que nuevamente fracasé en organizar una reunión porque todo el mundo parece tener cosas más importantes que hacer, aunque muchos dedicaron unos minutos a escribirme mensajes hermosos por internet.
Mis últimas horas en Bogotá fueron muy agradables, paseando por parques, conversando con gente deliciosa de CouchSurfing, conociendo el parque wai (creo que se escribe así) y un centro cultural HERMOSO que creo que se llama Casa Carulla o al menos queda junto a ese lugar, con unas exposiciones de pinturas de una calidad artística que me sorprendió muy gratamente, además me enteré que aloja una escuela de teatro y hay varias obras en cartel, una de las cuales es promocionada con el uso de un colchón, colcha y almohada blancas pegadas sobre un afiche que de otra forma sería plano y aburrido.
La salida del aeropuerto puede catalogarse como una odisea. Los cajeros no querían darme dinero, tuve que pedir prestado para poder llegar al aeropuerto y luego intentaron cobrarme 35 dólares por un impuesto que no me correspondía pagar. Mi estrategia involucró secretarias despistadas sellando papeles para que parecieran importantes y de esa forma convencer a señores muy ordenados de que mis cosas estaban en orden. La verdad es que estuve 61 días en Colombia y me tocaba pagar el impuesto, pero como fué LAN quien me estiró el viaje contra mi voluntad, conseguí que me eximieran del pago. El resto es lo típico: compañeros de asiento japoneses y otros que hacen reiki en un pueblito mexicano, cosas así tan cotidianas 😛
Muy contento de finalmente haber vuelto y juntando energías para afrontar los turbulentos compromisos de los próximos días. Cuento con mis amigos.
Irenarco
es wai tambien, pero se llama: Park Way
y el centro cultural que te encantó es la Casa Ensamble
suerte de regreso, y cuenta qué opinan de las arepas (no olvides que se les puede echar encima practicamente cualquier cosa)