Hace pocos días que estoy en esta ciudad, pero por lo que veo tiene una riquísima vida cultural y una gente de lo más chévere.
El chorro de quevedo
Es una esquina, el centro de la cultura callejera de la ciudad, en el barrio de la candelaria, ahí vimos un buen espectáculo cómico en una especie de pequeño anfiteatro que hay, y más tarde vimos un grupo de música andina y malabaristas. También hubo un espectáculo de circo, pero antes de que este comenzara, cuatro policías con chalecos verde fluo intentaron detener el espectáculo, todo el público aplaudía y gritaba «arte, arte, arte» y yo comentaba «qué aburridos que son los payasos de verde» hasta que finalmente sentimos la victoria ante la censura arbitraria de la autoridad pública y pudimos disfrutar de nuestro espectáculo de circo, que estuvo bastante bien.
Más tarde me encontré de casualidad con un amigo que hice en Mocoa, músico y cirquero también, nos invitó a la casa de un amigo de él donde charlamos, hicimos fuego en una chimenea y terminamos bailando reggae.
Mi cumple
Salerno es un bar italiano, con pastas como las de la mamma, gran variedad de panes y tortas, y un chocolate muy rico, hasta ahora no había visto en Colombia un lugar que se pareciera tanto a los bares porteños, ahí me invitaron Leo y Sonia, antes de ir a otra toma de yagé a la que me invitaron pero preferí seguir festejando con amigos.
Liliana me invitó a comer en Wok, un restaurant de comida china en el norte de la ciudad, un barrio residencial muy tranquilo, lindo y ordenado. Lo primero que me llamó la atención del lugar fué la carta, que parecía una revista dominical de esas que salen con los diarios, con grandes fotos, titulares y muy elaboradas descripciones de los platos. Lo segundo que me llamó la atención fué la comida, que era riquísima, no recuerdo el nombre de lo que pedimos, pero tenía trocitos de pollo, brotes de soja y algunas verduritas más. De postre pedimos una pequeña tortita de chocolate con frambuesas y una bocha de helado, glorioso.
Jorge me invitó a una reunión en la casa de un amigo arquitecto, un lugar hermoso lleno de cuadros y buena música, fuimos con Liliana y dejamos su auto en un parqueadero (estacionamiento) a media cuadra de la casa, el problema fué que a la hora de ir a buscarlo, el playero estaba absolutamente dormido y no hubo grito, aplauso ni golpe que lo despertara, aunque si aparecieron gatos, perros y vecinos disgustados con toda la bulla que estábamos haciendo.
Finalmente terminé durmiendo en la casa de Jorge, otro lugar muy agradable, plagado de guitarras, y pude presenciar el momento en el que compuso una canción sobre el amor, un momento super especial.
Durante la semana seguiré visitando gente y paseando por la ciudad, cuando tenga nuevas experiencias e impresiones se las cuento.