Fué interesante visitar por primera vez el sector VIP de la terminal: un lugar con sillones cómodos en el que se anuncian sólo los micros de la gente que está ahí, con lo que se evita parte del esfuerzo físico y mental que supone esperar la salida del micro. El lugar está decorado con cañas y cemento, y tiene LCD gigantes en los que pasan fútbol. King of mersa.
Sólo se puede avanzar si se tiene claro a dónde se va.
Yo iba a un pueblito entre la cordillera y la precordillera, un pueblito que vive del agro y del turismo, un pueblito que tendrá 1.000 habitantes permanentes y un par de momentos del año con «mucha» gente. Las comillas, que son odiadas por cualquier funcionario del ministerio de educación (grammar-nazi), se justifican porque en el microcentro las aglomeraciones de personas son impresionantes. Para la gente de Barreal resulta casi inconcebible que nos choquemos y no tengamos siquiera tiempo para considerar la existencia del otro (pregunta digna para un ontólogo).
Lo interesante de ir a lugares así es cuando uno puede ver el falo del desierto y preguntarse si la humanidad es realmente el órgano reproductor del planeta tierra. Creerse por un momento un curioso y temeroso niño cuis que anda por el sol mientras puede y el resto del tiempo se mete en lo profundo de la tierra, buscando el calor.